Plumas, plumas y más plumas [Lily L. Potter]

El chico suspiro con cansancio y puso los ojos en blanco.
Sus pies subían de forma lenta y algo torpe los escalones de piedra que le llevaban a la lechuceria. Trato de recordar en que clase tendría que estar en ese momento, siendo esto totalmente en vano. No es que le costase aprenderse el horario, para nada, podía decirlo derecho y al reves. Seguramente se trataba de una materia muy aburrida que no merecía de su atención. Si, eso era.
No solía saltarse clases, sabía que se metería en problemas si lo hacia. Pero este era un caso especial, si señor. Ayer no había dormido nada, quedándose hasta muy tarde leyendo un curioso libro que encontró en la biblioteca. Lo había terminado y era lo que importaba.
Un bostezo se escapo de sus labios. Debía de dormirse mucho mas temprano si un día de esos no quería caer de lleno al suelo debido al cansancio.
La anteriormente mencionada era una de las razones por las que había tomado la sabia decisión de saltarse una clase. La otra razón era aún más tediosa y molesta.

Su madre, a su consideración, era una histérica. Se preocupaba por él y el por ella, pero a él le parecía una exageración el tener que mandarle mínimo tres cartas por semana. Que contándole si alguien lo molesta, que diciéndole como le esta yendo, que ropa uso, si le gustaron sus regalos, que si se sentía cómodo en la escuela, que que desayuno, que si se alimentaba sanamente, y muchos muchos muchos etceteras mas.
Las primeras semanas agradecía interiormente la forma de comportarse consigo de su madre.
Después de un tiempo resultaron tediosas. Terriblemente tediosas.
Suspiro para después encogerse de hombros. No entendía a su madre, bueno, a las mujeres en si. Tenía que aprender el hermoso arte de la resignación.

Al fin había llegado a la lechuceria y sus ojos se abrieron asombrados al ver toda esa cantidad de... pues... lechuzas. Bien, ya habia estado en ese lugar antes, pero no le dejaba de sorprender el ver tantas y tantas aves en un solo lugar. Entro, con paso cuidadoso, causando que algunas se alborotaran levemente ante su presencia. -Tsk- chasqueo la lengua, tratando de esquivar las plumas y "gracias" de las lechuzas que estaban botadas por el suelo.
-Freschezza- empezó a llamar a su ave, buscándola entre todas, sin saber donde se encontraba exactamente. Podía distinguir a su hermosa lechuzita, le tenía tanto cariño así que no dudo en un solo segundo al empezar a buscarle, de seguro saldría pronto. -Freschezza- volvió a llamar, buscando a su querida, cuyo nombre era "Frescura" en italiano, debido a falta de inspiración más que nada. Sin embargo, no dejaba de pensar que el nombre le quedaba perfecto. Era blanca y con leves tonos grises. Y aquellos ojos de un azul como el cielo. Si, su ave era hermosa. -Sal traviesa~- canturreo.